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29 de octubre de 2009

Isidore Ducasse

No acepto el mal. El hombre es perfecto. El alma no muere. El progreso existe. El bien es irreductible. Los anticristos, los ángeles acusadores, las penas eternas, las religiones son el producto de la duda.





(Conde de Lautréamont)

"el movimiento surrealista, que descartando primero a Baudelaire y luego a Rimbaud, prefirió el gusto al escándalo y, para decepcionar las admiraciones burguesas, prefirió a un Lautréamont genial y mitológico del cual hizo un arcángel enfurecido que lanzaba blasfemias en la noche apocalíptica"
Marcel Raymond
("De Baudelaire au Surrealisme").






Fue el más importante de los poetas malditos, dueño de una narrativa llena de surrealismo con tintes de crueldad y maldad.
Nace el 4 de abril de 1846 en Montevideo, a los 14 años, Isidore-Lucien parte hacia Francia en donde estudia en el Liceo Imperial de Tarbes, distinguiéndose en cálculo, dibujo y latín.
El jovencito alto, delgado, algo encorvado, pálido, con los cabellos largos cayéndole sobre la frente, que habitualmente estaba triste y silencioso, como retraído en sí mismo, publicó a los veintidós años, en 1868, el primero de Los Cantos de Maldor, que firma solamente con tres asteriscos, y lo reedita en 1869 en una edición que no pasó jamás a la venta: solo diez ejemplares salieron de la imprenta de la mano de su autor. Era la obra de un casi-escritor, de un liceal casi, impresionado por el romanticismo e impregnado del satánico perfume de Las Flores del Mal baudelaireano.
Detrás de Lautréamont estaba Isidore Ducasse, pero detrás de Lautréamont, estará Maldoror, monstruo perverso en el que se concentran todas las míseras maldades de la bestia humana. "Mi poesía sólo consistirá en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura", dice el poeta-adolescente enmascarado. Demoledor del antropocentrismo occidental, sigue los senderos de la novela negra y de todos desconocedores de límites y fronteras sociales o morales. Su satanismo es una reafirmación del individuo frente al establishment religioso, político, social y ético. Los Cantos... no son sino la tangente por la que el adolescente, logra escaparse de la violenta locura que le mordió los talones, durante sus veinticuatro años de malvivir.
Después de esta poesía perversa, tal vez arrepentido de la promiscua convivencia con lo prohibido, trató de redimirse con un inocuo libro de poemas, que desde su anomia pasó al olvido: POESÍAS. Sesenta páginas al servicio del bien público, anuncio de una "vida nueva", con coraje, certezas, esperanza, el bien, el deber, la fe... firmadas ahora por Isidore Ducasse, tal vez seudónimo de un ex–Lautréamont que se lava las manos para desaparecer.





«Sans autres renseignements»
Murió de una enfermedad infecciosa el 24 de noviembre de 1870. Su acta de defunción fue descubierta por André Bretón, y da cuenta de su aislamiento en el Hotel de Faubourg - Montmartre 7, cuando son testigos de la misma el dueño y un mozo.




“Los cantos de Maldor”
Los temas en la obra son el asesinato, el sadomasoquismo, la violencia, la blasfemia, la obscenidad, la putrefacción y la deshumanización. Los surrealistas lo rescataron del olvido e hicieron de él uno de los precursores de su movimiento.
El personaje central es Maldoror encarna la rebelión adolescente y la victoria de lo imaginario sobre lo real.
Lo grotesco, el espanto y lo ridículo en Los cantos recuerdan a la obra de otro gran antecedente del surrealismo, El Bosco. No por casualidad fue Lautréamont motivo de inspiración para escritores como Alfred Jarry, Louis Aragon, André Breton o Benjamin Péret, y artistas plásticos como René Magritte, Salvador Dalí, Amedeo Modigliani, y Man Ray.
Su famosa comparación «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas» configura uno de los rasgos más distintivos del irracionalismo surrealista: la conjunción de realidades inconexas, dislocadas o incluso contradictorias.


http://es.wikipedia.org/wiki/Conde_de_Lautréamont

Charles Baudelaire


“¿Cuál de nosotros, en sus días ambiciosos, no ha soñado en el milagro de una prosa poética, musical sin ritmo y sin rima, lo bastante flexible y contrastada para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?

Es sobre todo de la frecuentación de ciudades enormes, del entrecruzarse de sus innumerables relaciones, de donde nace este ideal obsesionante”.

Charles Baudelaire



“Para no ser los esclavos martirizados del tiempo, embriagaos, ¡embriagaros sin cesar! con vino, poesía o virtud, a vuestra guisa”.

El poeta moderno



Siempre marginado en los cuadros de literatos que nos legara su tiempo, Charles Baudelaire es a la poesía lo que Marcel Proust a la novela: el umbral de una nueva concepción del género. De ahí que la crítica especializada insista en que la grandeza de su obra se estudie dejando al margen el tremendismo de su biografía. No siendo el propósito de esta serie de artículos el análisis pormenorizado de las creaciones, sino el perfil biográfico de quienes las alumbraron, dejaremos el comentario de los textos para plumas más elevadas que la nuestra, concretándonos, por nuestra parte, a dar cuenta de la atormentada existencia del poeta.

Si Paul Verlaine se refiere a Baudelaire como el representante por excelencia del “hombre moderno”, lo hace porque ve en él –a quien con el correr del tiempo incluiría en su nómina de poetas malditos– “los refinamientos de una civilización excesiva, con sus sentidos aguzados y vibrantes, su espíritu dolorosamente sutil, su sangre quemada por el alcohol; en una palabra: el biblio-nervioso por excelencia, como diría H. Taine”.


“El libro que no se dirija a la mayoría (en número e inteligencia) es un libro tonto”.



Enfermo de sífilis

Nacido en la calle Hautefeuille de París en 1821, apenas contaba el futuro poeta 6 años cuando murió su padre. Una año después, su madre casó en segundas nupcias con el coronel Aupick, quien profesaría el mismo odio a su hijastro que su hijastro a él. Indiscutiblemente, si en efecto lo hubiese habido, sería en ese segundo matrimonio de su madre donde deberíamos buscar el origen de ese complejo de Edipo que le atribuyen algunos comentaristas. En cualquier caso, expulsado en 1839 del colegio Louis le Grand, internado donde cursó sus primeros estudios, simultaneó los de Derecho con los días de bohemia juvenil. Fue entonces cuando contrajo la sífilis, cuyas secuelas arrastraría hasta el final de sus días. Los constantes escándalos del poeta, quien ya empieza a escribir sus primeros versos, hacen que su padrastro lo envíe a la India: sólo llegaría hasta la isla Mauricio. De allí volverá con dos poemas, posteriormente incluidos en Las flores del mal: A una dama criolla y El viaje.


Otra vez en París (1842), ya en disposición de la fortuna que ha heredado de su padre biológico, Baudelaire conoce a Jeanne Duval –una mulata que será la más querida de sus amantes– a Théophile Gautier –el escritor que más admiró– y se entrega a cuantas disipaciones ofrece la vida parisina. Dandi con la misma entrega que pone al emborracharse, al fumar hachís, y al comer opio, se pasea por los Campos Elíseos con el pelo teñido de verde. Habida cuenta de la manera en que dilapida su herencia, en 1844 su familia entablará un proceso judicial para hacerse cargo del dinero.

Reconocido antes por crítico que por poeta, publica sus primeros artículos sobre arte con motivo del Salón de 1845. No acaban de convencerle, lo que, sumado a su situación familiar, le llevará a protagonizar un intento de suicidio. Tras la publicación de La Fanfarlo, (1847), novela cuyo protagonista –Samuel Cramer–, trasunto de el propio escritor, está tan pagado de sí mismo que, cuando llora, se mira al espejo, aparecen las primeras traducciones de Poe (1848). Ese mismo año, participa en el conato de revolución estallado en París: exhorta a sus compañeros a matar a su padrastro.


“El vino se parece al hombre: nunca se sabe hasta qué punto se le puede apreciar o despreciar, amar u odiar; ni cuantos actos sublimes o crímenes monstruosos es capaz de realizar. No seamos, entonces, más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como a un igual”.



Condenado

Fruto de su experiencia con el cáñamo es el ensayo Del vino y del hachís (1851). La primera edición de La flores del mal, título bajo el que reunió toda su producción poética, data de 1857. A grandes rasgos, lo tratado en los poemas puede definirse como el retrato de los diversos estados anímicos que llevaron al poeta a una desesperada angustia, de la que buscó en vano consuelo en el alcohol y las drogas. La conmoción que el libro causa entre los bienpensantes, hace que Le Figaro pida su condena. Será el mismo fiscal que antaño condenara a Flaubert, por escribir una inmoralidad como Madame Bovary, quien condene ahora a Baudelaire a la supresión de varios poemas. Entretanto, la situación económica del poeta va siendo cada vez más difícil.


La primera parte de Los paraísos artificiales, título tomado de una tienda de flores, es un lúcido trabajo sobre su experiencia con las drogas que aparece en el 58. Tras un ensayo sobre Gautier dado a la estampa en el 59, la segunda parte de Los paraísos artificiales aparece en 1860. Cinco años después, Mallarme y Verlaine comienzan a reconocer en Baudelaire a uno de sus maestros. En 1866, una nueva edición de Las flores del mal llega a las librerías. Meses después, mientras se encuentra en Bélgica pronunciando una conferencia, Charles-Pierre Baudelaire sufre una parálisis acompañada de una fuerte afasia. Su madre hace que le lleven de nuevo a París. El patriarca de los poetas malditos murió en la misma ciudad que le viera nacer el 31 de agosto de 1867, después de haber sufrido una larga y dolorosa agonía y de haber perdido el habla.

“¡Ay los vicios humanos! Son ellos los que contienen la prueba de nuestro amor por el infinito.”



 Fuente: Malditos, heterodoxos y alucinados (Javier Memba)


Charles no muere 
By Alquimia

Fotografía de Charles Bauidelaire by Nadar

El autor de “Les Fleurs du Mal” (Las Flores del mal) murió en París el 31 de agosto de 1864, aún no había cumplido 50 años. La sífilis, enfermedad que padecía le había causado años antes parálisis, afasia y hemiplejía.

Su cuerpo fue enterrado en el Cementerio de Montparnasse, en el que también se encuentran escritores como Samuel Beckett, Julio Cortázar, Guy de Maupassant, Jean-Paul Sartre, César Vallejo, entre otros.

Baudelaire, es considerado el padre de la poesía moderna, llamado también “poeta maldito” es sin duda uno de los referentes que más influenció con su obra a los poetas de la “generación decapitada” de Ecuador.

Sus libros fueron leídos ávidamente por los jóvenes escritores ecuatorianos que no sólo se identificaron con cada verso, sino que quisieron vivir al estilo de los “malditos”, algunos en busca de los rincones de los que hablara Baudelaire viajaron a París.

“La ciudad, a partir de Baudelaire, se convierte en una fuente imprescindible de inspiración poética”.




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