Frente al Tribunal de Anubis, el corazón ligero de Sherit equilibra a la pluma en la balanza, y su alma es enviada en alas de Horus al paraíso. En Luxor, los mortales enjugan sus lágrimas con la arena donde antes corría Sherit, y los sollozos maternos alcanzan a llegar a la pequeña cuya alma asciende, haciéndole evocar blancos pechos de mujer y la dulce leche que la sostuvo en el mundo por poco tiempo.
Cuando nos vamos del mundo porque queremos, ni el llanto de la madre nos retiene.…. Pero Sherit no quiso irse, el designio de Seth la arrancó de los brazos de su madre y ella quiere regresar; no acepta la mano de Isis que desde Aaru la llama; se suelta de las alas de Horus y regresa al mundo transformada en celeste brisa. Cuando llega a la tierra, no encuentra su cuerpo mortal envuelto en las cintas mortajas, guardado por el desierto. Hombres malvados han profanado su cuerpo y sus lenguas impías no han recitado el poema del Libro de Vida que hubiera reunido el alma y el cuerpo.
Ahora Sherit, sin cuerpo, no puede regresar a Aaru; juega con la arena de los desiertos, formando pequeños remolinos en los pies de los caminantes, y agita las túnicas de las mujeres que amamantan, sin alcanzar a sentir la tibieza de sus pechos, pues cuando Sherit se acerca, ellas se cubren más todavía para que no les robe la leche de sus hijos.
Escrito por:
Carmen Jaramillo
Integrante de los Talleres de la Casa de la Cultura "Benjamín Carrión"
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