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18 de febrero de 2010

José Asunción Silva (Poemas)




Cápsulas


El Pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis

Del amor de Aniceta, fue infeliz.

Pasó tres meses de amarguras graves,

Y, tras lento sufrir,

Se curó con copaiba y con las cápsulas

De Sándalo Midy.

Enamorado luego de la histérica Luisa,

Rubia sentimental,

Se enflaqueció, se fue poniendo tísico

Y al año y medio o más,

Se curó con bromuro y con las cápsulas

De éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,

Filósofo sutil,

A Leopardi leyó, y a Schopenhauer

Y en un rato de spleen,

Se curó para siempre con las cápsulas

De plomo de un fusil.






Estrellas que entre lo sombrío...

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Estrellas que entre lo sombrío

De lo ignorado y de lo inmenso,

Asemejáis en el vacío

Jirones pálidos de incienso,

Nebulosas que ardéis tan lejos

Que sólo alcanza los reflejos

De vuestra luz hasta la tierra,

Astros que en abismos ignotos

Derramáis resplandores vagos,

Constelaciones que en remotos

Tiempos adoraron los Magos,

Millones de mundos lejanos,

Flores de fantástico broche,

Islas claras en los océanos

Sin fin ni fondo de la noche,

¡Estrellas, luces pensativas!

¡Estrellas, pupilas inciertas!

¿Por qué os calláis si estáis vivas

Y por qué alumbráis si estáis muertas?...






La respuesta de la tierra


Era un poeta lírico, grandioso y sibilino,

Que le hablaba a la tierra una tarde de invierno,

Frente a una posada y al volver de un camino:

-¡Oh madre, oh Tierra! -díjole-, en tu girar eterno

Nuestra existencia efímera tal parece que ignoras.

Nosotros esperamos un cielo o un infierno,

sufrimos o gozamos, en nuestras breves horas,

E indiferente y muda, tú, madre sin entrañas,

De acuerdo con los hombres no sufres y no lloras.

¿No sabes el secreto misterioso que entrañas?

¿Por qué las noches negras, las diáfanas auroras?

Las sombras vagarosas y tenues de unas cañas

Que se reflejan lívidas en los estanques yertos,

¿No son como conciencias fantásticas y extrañas

Que les copian sus vidas en espejos inciertos?

¿Qué somos? ¿A do vamos? ¿Por qué hasta aquí vinimos?

¿Conocen los secretos del más allá los muertos?

¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?

¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?

¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?

¿Por qué? Mi angustia sacia y a mi ansiedad contesta.

Yo, sacerdote tuyo, arrodillado y trémulo,

En estas soledades aguardo la respuesta.

La Tierra, como siempre, displicente y callada,

Al gran poeta lírico no le contestó nada.






La voz de las cosas


¡Si os encerrara yo en mis estrofas,

Frágiles cosas que sonreís,

Pálido lirio que te deshojas,

Rayo de luna sobre el tapiz

De húmedas flores, y verdes hojas

Que al tibio soplo de Mayo abrís,

Si os encerrara yo en mis estrofas,

Pálidas cosas que sonreís!

¡Si aprisionaros pudiera el verso,

Fantasmas grises, cuando pasáis,

Móviles formas del universo,

Sueños confusos, seres que os vais,

Ósculo triste, suave y perverso

Que entre las sombras al alma dais,

Si aprisionaros pudiera el verso

Fantasmas grises, cuando pasáis!


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