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25 de junio de 2010

Aeropuerto de Panamá

Sergio Román Armendáriz, UNO DEL CLUB 7.

* a:
   
Gastón Hidalgo Ortega, 
Ileana Espinel Cedeño
y Carlos Benavides Vega, 
en la hermandad y en la orfandad
del “Club 7” 
(Guayaquil, 1951-1962)





Colgarse                                                                                               
               el esqueleto andamio
el sexo goloso y gato 
                                 colgarse
lentes para la sonrisa
papel higiénico colgarse grasa de cerdo
para resbalar en el sistema
y de repente ser atropellado por el asco
irrumpiendo en el río de ratas de este capitalismo salvaje
abriéndonos  contracorriente a dentelladas íntimas
sin rumbo
                al sitio propio
                                     que no nos pertenece.



Aeropuerto de Panamá, R.P.                                                                                  
Abril de 1972
(Material inédito hasta hoy, 2010 )
* a David, el autor le ha dedicado otra página




La línea existencial del Club 7

Este “Aeropuerto…” corresponde a la línea existencial  (una de las tres cultivadas por el Club 7) bajo el alero de Albert Camus (“El extranjero”), santón ligado además a su propio conflicto: la guerra de su país natal colonizado y castigado en África contra la lengua colonizadora, Francia,  y enemistado con el Jean Paul Sartre dogmático del lapso que encabalga el fin de la 2da. Guerra Mundial, 1945, con 1951-1962, el lapso de las severas tensiones de la Guerra Fría (Indochina, Corea, Argelia, etc.)   

Ya en la publicación conjunta: Club 7, Guayaquil, Casa de la Cultura del Guayas, 1954, cada integrante de manera espontánea ubicó una cifra representativa de ese acorde teo-filosófico, no siempre ateo, porque con excepción de Gastón que tuvo una formación laica (no necesariamente a-cristiana), los demás tuvimos una educación católica y apreciamos la sensibilidad ética y estética, por ejemplo, de la Parábola del buen samaritano. Incluso, algunas composiciones llevan ese tono moralizante, esto es, orientado hacia la mejor manera de asumir la vida particular y colectiva, digamos, “Poema de la búsqueda” (1953) de Carlos Benavides (Ob. cit., pág. 19), “Esta es la hora” (1953) y “Como una rosa blanca” (1953) y “En mi suelo” (1953) de Ileana Espinel (págs. 37-42), “Arte poética” (1952) de David Ledesma (págs. 67-68),  “Parábola del único camino” (1953) y “Motivo universal” (1953) de Sergio Román (págs. 89-92). Ídem, la “Canción del picapedrero” (1951) de David Ledesma, en su Obra Poética Completa, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2007 (págs. 143-144, de 267).

Pero, los ejemplos existenciales que señalo son: “Inventario” (1953) de Carlos Benavides (págs. 11-12), “Trilogía del yo” (1951) de Ileana Espinel (págs. 27-28), “Cantoral de la sangre” (1950) de Gastón Hidalgo (págs. 47-48), “”Lugar de angustia” (1953) de David Ledesma (pág. 69) y “Abandono total” (1952) de Sergio Román (págs. 84-85), versos cuyas fechas corresponden a la etapa de la formación del grupo.

Las otras dos líneas, todas simultáneas, son la íntima y la social aunque su desenvolvimiento marcó un compás múltiple, de acuerdo con las circunstancias del entorno y con la sensibilidad de la autora y de los autores.

Aquí, en este instante, pinto puntos suspensivos…

SR / CR, 2010
www.sergioroman.com

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