Sergio Román Armendáriz
San José, Costa Rica
Especial para Ximena de los Ángeles,
Quito, Ecuador
APUNTES
PARA UN
a
propósito de su
‘Magia de
un final’
con una
mención a su
‘Sepelio
del papagayo K’
XIMENA: Van estos apuntes con el ánimo de
aproximarme a un manuscrito del maestro, aplicando la técnica de la fragmentación y la unidad que
sugieren los puntos cardinales.
Anexo la diapositiva mencionada y otras que son
pertinentes.
NORTE
¿Fue ‘Magia de un final’ el adiós lírico de Hugo
Mayo?
No lo sé,
pero la respuesta que, a una atenta solicitud, envió a mi casilla postal,
comienza así: 'Guayaquil, Junio 12
/ 80'. (sic)
Esta fecha da una pista, pues su órbita vital se
extendió entre 1897 y 1988.
Sin embargo, la mejor señal es el título que
transparenta, con elegancia y sin angustia, el tema de asumir la entropía cuya
ley se resume en la flor que abre sus pétalos en la mañana, los enciende al
mediodía y los abandona exangües en el anochecer.
El sintagma consta de un sustantivo, ‘magia’, y de
un vocablo ‘final’ que funciona cual adjetivo ‘de término’ (curiosa metáfora de
la extinción), en este caso, escoltado por la preposición ‘de’ y por el artículo
‘un’, premisa que brindó a esta composición la opción de llamarse ‘Magia final’,
pero tal elipsis hubiese lastimado esa evanescencia exacta (valga el oxímoron)
que esos dos elementos mínimos proporcionan al conjunto con un aire de
mortecino resplandor.
Y el deíctico: ‘La’
(magia…, en vez del ahorrativo ‘Magia
de un final’) hubiese hurtado el encanto de la frase.
SUR
Se observan en la cubierta, asimismo, nítidos
los detalles de la estampilla respectiva donde una figura resalta contra el
fondo púrpura mientras al azar, triangulando un isósceles, yacen tres sellos
usuales, siendo uno de ellos el del '12 JUN 1980' (sic) vaciado con una tinta que coincide con la fecha citada que
conserva el color de esas lilas casi desvaneciéndose.
Al igual, de letra y puño, los rasgos del sobre:
'Poeta Sergio
Román A.
-Apartado
5208-
San José -
Costa Rica' (sic)
(subrayados los nombres de la ciudad y del país)
Descansan, en lo alto, dos números del sistema de
correos, el uno, mecánico: R035086 (en negro), y el otro, manual: el 9419 (en
rojo) que invitan a disfrutar la búsqueda de connotaciones semióticas.
ESTE
En la parte interna, espera la paciencia de una
hoja blanca dividida en dos secciones verticales donde, en la primera, se
lee un saludo de cortesía que luego adquiere retórica altura a vuelapluma:
‘Gracias
por su postal y por su afecto
En ancho
abrazo lo estrecho desde este mar de agua dulce:
el río
Guayas.
hugo.’ (sic)
Es jitanjafórica y semántica la proximidad de la
‘ch’ dentro de un ‘ancho abrazo’ adelgazado por el verbo ‘estrechar’ semejando
la gravidez de nuestro río madre (‘ría’ Guayas la llamamos también), convertida
en ‘un mar de agua dulce’ (o en una mar abuela) por la magia de la lengua
castellana.
Rebelde, incluso, en estas notas circunstanciales,
después de ‘afecto’ elude el punto que sí lo colocó luego de su nombre
enfatizado además por un trazo firme y ascendente.
En la segunda sección fluye:
'Magia de
un final'
(subrayadas estas cuatro palabras)
y, a continuación, la dedicatoria en letras minúsculas
y también sus cinco vocablos subrayados:
'a sergio roman, hermano
poeta.' (sic)
Luego, corren los diecinueve suspiros de la
composición, cuyos renglones 1 y 2, exponen:
'Hoy que
me mide el sol
parpadea
el secreto de la muerte (...)'
eslabones que se enlazan, después de quince líneas
espléndidas y, a la vez, crepusculares, con la fila penúltima y la última,
la 18 y la 19:
'(...) y
hay desmayo de versos
en mi
entierro!'
El deíctico obvio ‘un’ (desmayo...) hubiese empequeñecido el hallazgo.
El presagio se ha cumplido.
Cincuenta y nueve años después de su ‘Sepelio del
papagayo K’, el aedo lleva visitando ‘la loma de los limoneros’, cada ‘martes’.
Éste es el sentido literal del retornelo: ‘Yo
también’, que va cerrando, uno tras otro los doce tercetos elegíacos.
En ese instante de cópula secreta entre el lector y
la página, lo cuantitativo exhibe un prodigioso salto cualitativo, olímpico.
Las reglas se rompen cuando y porque –conociéndolas–,
urge renovarlas.
De este modo, lo literal ha devenido en símbolo
creador de infinitas asociaciones subliminales, por ejemplo, la proclama de la
estrofa postrera del ‘Sepelio…’: ‘A la
loma de los limoneros / ochenta y siete papagayos van los martes. / Yo
también.’
(Por coincidencia significativa, en los horarios de
la entidad donde he trabajado 87 cuatrimestres, los martes, para diferenciarse de
los miércoles, llevan gozosos la marca de una ‘K’.)
OESTE
Las cuatro diapositivas anexas, ahora, por medio de
la interred mutarán su cuerpo físico en un lugar virtual o en un allí ubicuo,
en su generoso 'Efecto Alquimia', Ximena, junto a mi reciente manifiesto dirigido
'Al Señor del Verso Ecuatorial', inspirado en la admiración que, aunque de
diferentes signos estilísticos, profesamos (a nuestro genio epónimo), los
integrantes de mi grupo literario, tanto es así que el Caballero de la
vanguardia presentó a nuestro cómplice Hidalgo Ortega calificándolo como ‘el
rebelde de su generación' dentro del primer libro plural que bautizamos CLUB 7, en 1954 y en la Casa de la
Cultura del Guayas y en la página 5 , con la declaración de ser, entonces, ‘… sólo
cinco jóvenes unidos por la amistad…’ : Carlos, Ileana, Gastón, David y Sergio.
Reitero. No sé si ‘Magia de un final’ allá, por 1980, fue el adiós lírico de Hugo
Mayo o fue sólo un precedente pero, sé, que podría clausurar, a la perfección,
la órbita que abrió con su ‘Sepelio del
papagayo K’, su primer vuelo certero, quizá en 1921 o en sus alrededores,
cuando un ciudadano oriundo del puerto de Manta y anclado en otro puerto, Guayaquil,
adoptó su enigmático seudónimo.
Sergio Román Armendáriz
CR, 27 de febrero, 2012
www.sergioroman.com