14 de enero de 2013
El filósofo de Quito
Posted by Ángeles Flores V. on lunes, enero 14, 2013 with No comments
Con una vida llena de misterios que quizás no lleguemos a resolver, Eugenio Espejo puede ser llamado "el Duende de Quito", por sus estudios es médico, periodista, abogado... pero por su pensamiento y sabiduría es sin duda uno de nuestros Filósofos.
Se dice que Espejo fue iniciado en la masonería en Bogotá, que muchos de los sabios y estudiosos de la época lo fueron, cierto o no, al leer su pensamiento podemos asegurar que él reflexionó muy conscientemente sobre la realidad de los pueblos en la Real Audiencia de Quito y en la América en general. Le preocuparon los temas políticos, sociales, de educación y además del ser humano y su comportamiento, aquí rescatamos algunos de sus pensamientos.
Por acaso se oye proferir a algunos como un oráculo
misterioso la siguiente proposición: El bien común prefiere al particular. Pero
en la práctica nada se ve tan comúnmente sino que el interés del público es
sacrificado al interés del individuo.
Es, pues, principio de política, que el mejor método de establecer ventajosamente una sociedad, es acomodarse al humor general de los hombres, y sacar de él el mejor partido.
América debe ser solamente para los americanos.
Un verdadero bello espíritu piensa más en las cosas que en
las palabras; con todo, no desdeña los adornos del lenguaje, pero tampoco los
solicita. La delicadeza de su estilo no disminuyen la fuerza; y se le podría
comparar a aquellos soldados de César, que aunque estaban perfumados y atentos
a su adorno, no dejaban de ser valientes y de combatir bien...
Ellos tienen la reputación de bello espíritu sin tener el
mérito ni el carácter...
La ciudad no consiste en las casas, los pórticos, ni las
plazas públicas: los hombres son los que la forman.
La razón es una antorcha que alumbra todo ser espiritual,
que da colorido e ilumina a las operaciones del alma.
Es propio de un espíritu fuerte profundizar los asuntos que
trata, y no dejarse sorprender por las apariencias.
Siempre será el motivo de las admiraciones del mundo, y el
de sus perennes bendiciones al cielo, ver que una pluma sea el intérprete
fidelísimo de los pensamientos más escondidos de un hombre.
Hay en el corazón humano ciertas semillas de probidad que el
bien público las desarrolla, el amor a la patria las fertiliza, y las hace
fructificar la ocasión de coyuntura de mirar por su adelantamiento y felicidad.
La lástima fue que ignorábamos verdaderamente el alma de la
poesía, que consiste en la naturalidad, moderación y hermosura de imágenes
vivas y afectos bien explicados; y, aunque decorábamos a Horacio, Virgilio y
Lucano, este último nos arrebataba con su fuego, con el que verdaderamente era
un horno, dirélo así, nuestra incauta y mal acostumbrada imaginación.
El buen juicio, del cual hablo, es de una especie diferente;
él es alegre, vivo, lleno de fuego... El procede de una inteligencia recta y
luminosa, de una imaginación limpia y agradable. Este justo temperamento del a
vivacidad y del buen juicio, hace que, siendo el espíritu sutil, no sea
evaporado; que él brille, pero que no brille demasiado, que conciba prontamente
todo, y que de todo juzgue sanamente.
A la primera vista que demos sobre la naturaleza del hombre, hallaremos, que él es dotado del talento de observación; y que las necesidades que le cercan le obligan á todos momentos á ponerlo en ejercicio. Si el hombre se ve en la inevitable necesidad de hacer uso de este talento desde los primeros días de la infancia, es visto que de este principio depende, el que él vaya sucesivamente llenándose de ideas, comparando los objetos, distinguiendo los seres. De aquí la feliz progresión de sus conocimientos destinados á la conservación de la vida, al cultivo de la sociedad y á la observancia de la piedad.
A la verdad, ignoramos que todos más, o menos según nuestras
condiciones nos vemos necesitados a cultivar los conocimientos políticos;
cuando menos los más comunes principios del Derecho Público. Si los supiésemos,
veríamos ya que todo ciudadano, estando obligado a solicitar, como ya hemos
dicho, la felicidad del Estado, penetra, que aquella consiste en que éste se
vea (si puedo explicarme así) cargado de una numerosísima población; porque el
esplendor, fuerza, y poder de los pueblos, y por consiguiente de todo un reino,
están pendientes de la innumerable muchedumbre de individuos racionales que le
sirvan con utilidad: y que por una consecuencia inevitable el promover los
recursos de la propagación del género humano, con los auxilios de su
permanencia ilesa, es, y debe ser el objeto de todo Patriota.
La calumnia está en todas partes; el calumniador no está en
ninguna
Categories: Eugenio Espejo, Literatura Ecuatoriana, Pensamiento Ilustrado
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