El príncipe guerrero…
“Rumiñahui mandó sacar el tesoro de Atahualpa por senderos cautelosos. Finalmente quemó la ciudad de Quito, iniciándose el fuego en el templo del Sol (Yavirac) actual Panecillo; las lenguas de fuego subían en remolinos dantescos hacia el cielo, Rumiñahui se marchó llorando, en el espacio se escuchaba el eco de sus gritos: ¡Quito no se rinde, ni se entrega!”.
Jamás los conquistadores se llenaron los ojos ambiciosos mirando los tesoros que tanto buscaron. Benalcázar guiado únicamente por el deseo de oro fundó sobre las ruinas de la milenaria capital de Kitus, Caras, Shyris, Incas a la Franciscana cuidad de Quito.
“Rumiñahui planeaba un asalto a Quito y esperaba que Benalcázar construyera albergues para los ejércitos en la ciudad destruida, y llegó el día de atacar en el que los españoles por poco son derrotados, si en verdad costó muchos cadáveres la aventura, pero otra vez observó desde las colinas cercanas a Quito las llamas purificadoras que su esfuerzo había ocasionado”.
"La captura de Rumiñahui o la muerte"
La sentencia fue lanzada por Benalcázar y así al verse acorralado él junto a su gente Rumiñahui abrió los brazos y se lanzó al abismo en el mismo cerro que hoy lleva su nombre. Moribundo es recogido por los soldados españoles, luego se le tortura para que revele la ubicación de los grandes tesoros que tanto deseaban obtener los españoles. Nada, ni una sola palabra obtuvieron de boca del guerrero ni de los suyos.
“Ninguno declaró el lugar en que reposan los tesoros de Atahualpa y prefirieron la muerte”.
Rumiñahui fue quemado en la hoguera, el peor de los castigos al que se podía someter a un príncipe guerrero Kitu - Cara e Inca, al ser consumido por el fuego jamás podría regresar al Sol (Inti) el gran Dios de la tierra Andino Equinoccial.
El 11 de enero de 1535 es asesinado el príncipe guerrero Rumiñahui uno de los más aguerridos, leales y valientes que las tierras andinas vieron nacer.