15 de mayo de 2011
Coito ergo sum de Cristian López Talavera
Posted by Efecto Alquimia on domingo, mayo 15, 2011 with No comments
habita
entre pisadas de poeta y
el canto luminoso
de pájaros ciegos
¿Qué
nos legó a los escritores jóvenes del Ecuador la llamada generación de los
talleres literarios, aquella de los años 80? Quizá voces reveladoras
enfrentándose a un canon obsoleto, unas cuantas estrellitas fugaces en
decaimiento. Una de las voces sobrevivientes a aquel naufragio es la de Diego
Velasco Andrade, arquitecto de profesión, poeta con una misteriosa lucidez en
la construcción de metáforas, vividas a plenitud.
Y
esto lo confirman la serie de libros publicados, entre los que nombro los
poemarios La poesía no es un libro de
poemas (1989). Derrocamiento del
lector (1990), Safari a ombligo
equinoccial (1991), Gato en el sol
(1996), Cordeles (2005), Alquimias (2006); y los libros de
cuentos En el jardín de Freud (1995) Tierna Ficción (2006) además de la novelina
¿El poeta ha muerto? (2002). Y esta
trascendencia en las letras ecuatorianas lo reafirma Coito ergo sum, reunión de nueve relatos, donde la intrépida
palabra poética unida a la ficción que Velasco Andrade extrae de su “chistera
de mago” revelando los dones que su timidez y ese gran enigma interno que lo
habitan, puede traducirse en historias reveladoras, sugestivas, hermosas.
Así,
como si en una puerta sagrada donde el poema atrae a la luz y a la tormenta,
aparecen: El sendero que lleva a Comala,
búsqueda incesante del camino a la sabiduría; intromisión al llamado de la
promesa vivida. A la persistencia de los sueños; a esa quietud en que se forman
los verdaderos pensamientos, y al tantear ese profundo surco, donde el poeta
nos invita a atravesar “como el aire las
frías murallas que circundaban la ciudad; caminar al ritmo urgente de las
autopistas que llevan a todas partes y a ninguna…”. En ese espacio intenso, el paso a Comala nos remite a la esperanza
fantasmagórica en donde habita un señor llamado Pedro Páramo, a quien no dejo
de visitar. Ahora, tengo la certeza con su texto de
que el “abrasadero” de cuerpos en el que me hallo, tenga su no respuesta en
estas filosas aguas imaginadas en la luz y en las sombras, es decir en “El sendero que (me) lleva a Comala”...
Los relatos siguientes proponen historias retorcidas en la
ambigüedad del lenguaje. Así “La maison de unos gatos abandonados
en invierno”, nos induce a una trama que sucede por
medio de imágenes seductoras: “Hay un
perro negro, negro sobre el techo; se equilibra en un alambre de luz y ladra al
occidente, tú lo escuchas?” ó “Y voilá, el otoño necio, la tímida luna, el gato
congelado, el buen café, la gris pupila, el dulce guante; el felino abandono y
la hora girante, anunciándote la ruta por dónde se abría, el ojo tibio de tu
puerta...” todo hasta desbordar,
mediante un ritmo acertado, a rememorar una ciudad en horizonte andino, llena
de visiones que terminan siendo nuestro propio cuerpo; esos estados oníricos en
que vagamos constantemente y maullamos abandonados en los cien brazos de la muerte.
La
cotidianidad desborda encantamiento, aquí la poesía como un ángel caído sobre
la bruma se inserta en la ciudad, retoma de aquellos diarios blasfemos para
retratar a personajes reales en historias reveladoras de la maldición a la que
está sujeto nuestro destino. En el final del cuento: “El espeluznador de la vía 8”, nos seduce el personaje principal, aquel que funge de “violador Camargo” o
mejor de piedra de toque y mea culpa
de una sociedad hipócrita y represora “Entonces,
recogía mis pisadas hasta volver a la vía 8, en donde, como un espectro
imprevisto y desgarbado, desaparecía ágilmente entre la bruma”.
Algo
remarcable que puede haber realizado Coito
ergo sum es tomar las paredes de París y trasladarla a las de Quito,
ingresar, inventar formas de concebir estos pequeños pensamientos que son vías
de comunicación irreverentes ubicuos y mínimos “no lugares”: estas pequeñas
frases poéticas llamadas graffitis que
nos devuelven a los sueños anarquistas, hacia aquellas utopías que nos
arrebataron hace más de 500 años:
"Absténte
de fumar en un lugar público
Absténte de
beber antes de conducir
Absténte de
sobrepasar los 130 KM/h
Absténte de
lanzar un golpe
Desde las
próximas elecciones
Absténte"
Esta
especie de acertijo que constituye el graffiti, apunta hacia redefinir una poética
de la ciudad o mejor aquellos imagos de
lo cotidiano, pero que resultan aparentemente extrañas al texto literario, y que
solo la capacidad del escritor los vuelven “poéticas” a la hora de ser leídas.
Lo
seductor de Coito ergo sum, es
también esa facilidad de trasladarnos a otros mundos, donde el ser humano pervive
en lucha consigo mismo. “En el jardín de Freíd”,
nos presenta un personaje inexistente en el mundo real, pero que se relaciona
con los seres que lo habitan; así, lentamente ingresa a un recoveco donde las
sensaciones dominan al ser, enfrentando a esos seres angustiados y angustiantes
echados en el diván del psiquiatra. Personajes, sugeridos por Velasco Andrade,
que jamás tienen esperanza de salvación por la vía de la “racionalidad”…
En
fin, esta “narratopoética” simplemente ratifica a Diego Velasco como un
innovador de nuestra literatura, que no está sujeto a “modas rualistas” ni a ridículos
cenáculos canónicos, pero si a la escritura como una condena pasional por
buscar el incesante “oficio” de escribir. Pero en ese oficio no se agota su
tarea: también en esa incesante búsqueda de nuevos escritores, en un boom pueblerino
y de comarca, colmado de premios y alabanzas mutuas en las que está presa
nuestra literatura desde hace décadas. Por todo lo dicho, Velasco Andrade está condenado
a solo perpetuarse en la memoria fugaz de lo intrascendente, ejerciendo la
palabra activista y caminante que nos eleva a una alquimia de la palabra, a habitar entre las pisadas del caminante siempre
incompleto y en el canto de pájaros ciegos, ululando sobre las nubes trizadas del
texto poético.
Cristian
López Talavera
Quito,
abril 2011
Fotografías: Pedro Herrera O.
Categories: Coito ergo sum, Cristian López Talavera, Literatura Ecuatoriana
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